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Foto del escritorQuetzalli Flores Arciniega

Las enfermedades son el reflejo de las emociones no dichas

¿Suena a cliché cierto? ¿Cuál es la relación concreta entre una cosa y la otra?


Nuestro cuerpo está diseñado para asegurar nuestra supervivencia.


Cuando surge el dolor o se percibe una amenaza, nuestro sistema nervioso simpático se activa automáticamente.


El cuerpo responde liberando sustancias químicas que preparan al organismo para enfrentar el peligro, ya sea combatiendo o huyendo.


Estos químicos provocan:


  • Un aumento en la fuerza de los latidos del corazón y en el flujo sanguíneo hacia las extremidades.

  • Respiración agitada para incrementar el suministro de oxígeno.

  • Para brindar energía, se desactivan temporalmente sistemas como el digestivo, el inmunológico y el reproductor, que no son prioritarios en situaciones de supervivencia.


Una vez que el peligro se desvanece, estos químicos son reabsorbidos por el cuerpo, dando paso a otros que promueven la recuperación, el descanso y la digestión.


Este mecanismo de supervivencia es altamente eficaz cuando el peligro es tangible y físico.


El inconveniente radica en que en la actualidad, los peligros residen en nuestra mente, y vivimos inmersos en emociones constantes de temor, enojo o tristeza.


Si este estado de supervivencia emocional persistente perdura, nuestros sistemas corporales se debilitan y la salud se resiente.


Un ejemplo es el impacto frecuente en el sistema digestivo e inmunológico.


Ningún ser vivo está diseñado para mantenerse en un estado constante de alerta.


Por consiguiente, resulta de suma importancia incorporar prácticas y momentos que nos permitan regresar a estados de profunda relajación, donde el cuerpo pueda restaurarse y volver al equilibrio.


Ejercicios como la meditación, la práctica de mindfulness el yoga, el tapping o la escritura nos asisten en la modificación de nuestro estado emocional.


Instantes de introspección nos posibilitan reconocer nuestras emociones, comprenderlas, cambiar nuestra perspectiva y liberarlas.


Por otro lado, el ejercicio físico es esencial para liberar las sustancias químicas del estrés que ya residen en el cuerpo.


Cuando un animal entra en modo de supervivencia, sus músculos se llenan de estrés y adrenalina, y está preparado para luchar o huir.


En nuestra realidad actual, nos estresamos, pero no liberamos esos químicos a través del movimiento muscular, lo cual dificulta el proceso de relajación.


La mente es lo que nos distingue de otros seres vivos debido a nuestra habilidad para reflexionar sobre el pasado y el futuro.


Desafortunadamente, esta habilidad también conlleva la constante presencia de peligros imaginarios.


Comprendiendo esto, podemos aprender herramientas que nos permitan procesar nuestras emociones y, en ese aspecto, recuperar la cualidad animal de soltar la emoción y volver a un estado de relajación.


Y ahora que ya lo sabes, ¿quieres seguir negando tus emociones?

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